AUNQUE TIBURONES SE FAJARON HASTA EL ÚLTIMO INSTANTE SE CORONÓ EL CHINANDEGA
NOTICIAS LEON / DEPORTES
Difícil victoria por 3-2 con el marcador inmovilizado durante las últimas seis entradas. El nerviosismo provocado por la inseguridad, reemplazó a la espectacularidad y mantuvo el interés hasta que Junior Guerra, un relevista tan firme como el acero de aquellos rieles sobre los que se deslizaban nuestros trenes lamentablemente perdidos, ponchó a Leivi Ventura, terminando con los cantos de vida y esperanza de la multitud.
Nunca pensamos que la ecuación del sexto juego se resolviera tan rápidamente, mucho menos, cuando vimos a los Tiburones responder casi de inmediato a la arremetida inicial de los Tigres, con dentellada por zarpazo. Sin embargo, el pitcheo se apoderó del escenario y los bateadores, sobre todo en los momentos cumbres, desaparecían como lo hacía el fantasma de la ópera en París. Y así, navegando entre ceros, el 3-2 se fue agigantando entre ilusiones que se fortalecían y otras que se rompían.
El naufragio de la defensiva oriental en el primer inning, afectó a Diego Sandino. La no asistencia de Ofilio Castro sobre el hit dentro del cuadro de Vásquez fildeado por Sandor, el error de Renato perdiendo una bola que cayó desde las nubes detrás de él bateada por Allen, y el mal tiro a primera de Talavera buscando un doble play salvador, facilitaron la primera carrera de los Tigres, sin necesidad de un rugido. Se escuchó el rechinar de dientes de Diego.
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