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Ningún fantasma del supuesto debilitamiento físico que podría haber provocado la batalla con la báscula fue visto alrededor del ring. “Chocolatito” González ofreció anoche en California, otro alarde de agresividad, efectividad y capacidad de destrucción, noqueando al retador mexicano Ramón García, provocando un doble derrumbe en el cuarto asalto. Una vez más, se comprobó que no hay forma de escapar frente al boxeo flexible y temible del pinolero.
Puños destructivos, construidos sobre una sólida armazón, movilizados por un par de brazos largos, trazadores de swings escalofriantes, fabricantes de golpes precisos, de combinaciones dañinas, y esa serenidad para descifrar, desconcertar y resolver a base de poder, hacen de “Chocolatito” el mejor peleador imaginable en las categorías pequeñas. Lo confirmó anoche, manejando el combate sin apuros, controlando su furia sin hacer rechinar su dentadura, pero yendo directamente al grano constantemente, cuidando sí, de evitar desgastarse con desbordes innecesarios.
Después de dominar los dos primeros rounds, “Chocolatito” vio lo mejor del atrevimiento de García en el tercero, pero los golpes largos del azteca, zumbantes, eran previsibles, y aunque consiguió buenas conexiones, no logró desorientar ni preocupar al nicaragüense, quien decidió colocar mayor presión en el cuarto asalto, en busca de simplificar.
Faltando 1.49 minutos, “Chocolate” abrió con una izquierda corta a la cabeza de García y se mantuvo encima, presionando, atento a los resquicios que podía facilitar un peleador muy abierto. Fue así como con 1.19 pendientes, culminando una ofensiva frontal, diseñada por dentro, clavó esa derecha en gancho que tumbó a García para el conteo de protección. Con el rival herido y obviamente aturdido, el nica no se volcó precipitadamente en busca de la definición, pero cerró espacios y apretó el gatillo con una calma sanguinaria, sacudiendo la cabeza del mexicano, hasta volver a derribarlo con otra derecha, sellando una victoria tan brillante como rotunda.
Qué impresión la que dejó el pinolero. Sus golpes son latigazos, con toda la energía concentrada, ejecutados con esa frialdad que proporciona el dominio del exigente oficio. Difícilmente vulnerable, convirtiendo esa aptitud para agredir en la mejor forma de defenderse, “Chocolate” no ha encontrado todavía rivales que puedan complicarlo.
Esa superioridad, podría hacer pensar a sus manejadores, que ha llegado el momento de saltar a las 112 libras en busca del cinturón mosca, que sería su tercero, un sueño que siempre ha expuesto. Esa sería su próxima parada.
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